NO MAN´S LAND

Mix media on paper 24 X 31 cm

Durante largo tiempo me mantuve al margen del estruendo mediático, rehusando sumergirme en el incesante flujo de información que, como un eco perpetuo, solo repite imágenes de devastación, conflictos armados y el sufrimiento humano. La noche en que mis ojos se posaron, acaso por descuido o necesidad, sobre las escenas bélicas provenientes de Ucrania, me invadió una intuición sombría y penetrante: la humanidad no ha mutado en su esencia. Persistimos, siglo tras siglo, atrapados en una espiral de enfrentamientos cíclicos, repitiendo el drama ancestral de las disputas territoriales, las fracturas étnicas y los viejos arquetipos del poder y la culpa.

Frente a esta repetición absurda del dolor, tomé la determinación de esbozar un refugio simbólico, una cartografía alternativa del alma. Así nació «Tierra de nadie», un constructo onírico, forjado en la intersección entre el deseo y la utopía, un espacio despojado de la arrogancia humana y de las jerarquías impuestas por el ego. No era simplemente un lugar imaginado, sino un paisaje interior que siempre había habitado en el subconsciente, aguardando ser revelado a través del gesto artístico.

Ese impulso devino también en música. Compuse una canción, cuya primera estrofa evocaba ese territorio etéreo:
«Algunos días me encontraba en tierra de nadie,
un lugar tranquilo donde nadie reclama su dignidad».
Y más adelante:
«El tiempo nos pasa, pero el amor persiste en el pasado»,
«¿Cómo podemos amar? ¿Podemos aprender empatía?».

Estas preguntas, que se deslizan como susurros existenciales, no buscan respuestas inmediatas, sino que nos invitan a un ejercicio profundo de introspección: ¿puede el arte, acaso, erigir un contrapeso al horror? ¿Puede la imaginación redimir aquello que la historia se empeña en destruir?